jueves, 31 de octubre de 2013

Concurso Literario CIC 2013

Estos son todos los textos que participaron del concurso. Muchas gracias a todos por su trabajo creativo, ¡felicitaciones!

1ero “A”  “Lo que pasó en mi escuela”
                En 1999, en una escuela de monjas, en el aula de 1er grado, la alumna Samanta estaba escribiendo con tinta y al escribir tanto una palabra hizo un agujero en la hoja. Vino la monja para ver si había terminado la tarea y, al ver el agujero de la hoja, la arrancó, le hizo un gorro y se lo puso en la cabeza.
                Tocó el timbre del recreo y le hizo dar vuelta por toda la escuela mientras que todos los chicos se reían de ella y, desde ese día, Samanta nunca más borroneó la hoja y fue la más prolija.
                                 Natalia y María

1ero “B”   “Sin título”
                Ya se habla del libro maldito desde hace 20 años, cuando se lo encontró por primera vez. Este libro es tan descomunal e impactante que puede traerle grandes y terribles consecuencias al que lo lea, ya que su nombre está tan maldito como el nombre del que lo escribió que, por supuesto, no nombraré, porque si lo hago, quizás no siga con vida mucho tiempo más, al igual que todo aquel que lo lea.
                He aquí el libro escrito con un puñal, en vez de pluma, un puñal remojado en sangre, en sangre de esclavo, cuya alma no puede dormir en paz hasta que este crimen termine.
                Enfocándonos en donde comenzó todo esto, fue a fines del año 1700.
                El general de una tropa española comienza a vender esclavos, ya que ellos no pueden pelear.
                El general, de nombre maldito, tenía un hijo, antes de ser símbolo satánico. El niño se llamaba Miguel y era completamente inocente, casi sin prejuicios raciales, envenenado día a día con las manipulaciones de su madre, que era escasa de cordura, y las discriminaciones de su padre.
                Miguel escuchaba desde su casa, sentado en su silla, apoyado contra la mesa, sintiéndose culpable por las atrocidades que cometía su padre. Mientras lo escuchaba, o más bien, escuchaba el látigo de su padre cuando castigaba a sus esclavos por estar exhaustos en el piso, sin aliento y deshidratados, con los pies torcidos y sucios, los tendones estirados. Las manos rojas por la propia sangre que caía de su espalda.  Todo eso es lo que llevó a Miguel a hacerle una simple pregunta a su padre: “Padre, ¿por qué le hace eso?”. Sin darse cuenta alguna de que sería el error más grande de su vida, o, simplemente, sus últimas palabras.
                Su propio padre le dio un golpe en la cara, con la mano derecha, en la mejilla izquierda, haciendo que se golpee la nuca contra su propia mesa, dejándolo completamente sin pulso.
                El general no sabía qué hacer, no era su intención matarlo, sólo se había enojado mucho.
Abrió las puertas de su casa y salió corriendo, como si no hubiera un mañana ni un ayer.
                Desde ese día, en el que poca gente lo vio correr mirando su propia sombra, no se lo volvió a ver. Recién hasta después de cinco años volvió con una cicatriz que le llegaba desde su mentón hasta un poco después de la ceja.
                Desafortunadamente, lo que esperaba sí se cumplió.
                Cuando llegó a la casa, se encontró con la puerta cerrada y algo cambiada. Tocó la puerta y esperó. Unos veintitrés segundos más tarde le abrieron. Preguntó si podía pasar, esperando que la gente que estaba ahí adivinara que él era el anterior dueño de esa casa.
                De alguna manera inesperada, lo dejaron pasar.
                Le quitaron el sombrero y lo colgaron en el perchero que estaba al lado de la puerta, como si no fuera la casa del general. Aunque, realmente, sí era suya, porque jamás la vendió.
                Recorrió la casa, sin timidez alguna.
                Se dirigió al patio, esperando ver a sus antiguos esclavos, maltratados y lastimados, pero lo único que vio fue a sus viejos esclavos, pero con su ropa, que había dejado en la casa.
                De repente abrió los ojos, y luego los apretó demasiado, tanto, que salieron lágrimas. Frunció la nariz, se rompió los dientes apretándolos entre sí. Le sangraban las manos, de tanto que se las apretó, y las venas ya parecían serpientes enfurecidas que estaban a punto de salir de su nido. El viejo general gritó tan fuerte que se quedó mudo de por vida. Sacó un puñal de su bolsillo y cometió el segundo peor error de su vida.
                Llegado el año 2012, donde justo en la casa del general, hay una escuela, doscientos diecinueve años después, un alumno, cuyo nombre no recuerdo, encontró un libro escrito hecho de cuero y papel. El alumno abrió y tenía cuatrocientas dieciséis hojas, de las cuales sólo dieciséis estaban escritas.
                Él observó el libro y lo olió. Tenía olor a sangre, que supongo, ninguno de ustedes reconocería.
                De repente, se dio cuenta de cuatro cosas: no tenía aliento, no tenía calor, la vista se le nublaba y no estaba respirando automáticamente. Hasta que se dio cuenta de que estaba en medio de un pasillo, sin sonido alguno, son pocas luces y los baños oscuros.
                Caminó lentamente, cantando una canción en su mente.
                Miró sus manos por un segundo, ya que quería mirarlas por mucho tiempo, pensando que quizás algo podía atacarlo.
                Ya estaba llegando al final del pasillo, casi aliviado completamente. Repentinamente, un mueble de atrás, al fondo, se cae, dejando hojas y hojas en el piso.
                El chico corrió hacia el final del pasillo, donde están las dos puertas para salir al patio, pero escuchaba pasos, que estaban corriendo hacia él, a punto de chocarlo.
                Decidió saltar corriendo hacia el costado y esquivar lo que sea que sentía que pasaba por delante suyo.
                Miró hacia atrás rápidamente y corrió más rápido, aunque no logró ver nada. Con el libro abierto en la mano, pateó la puerta del patio y salió, teniendo un lugar más abierto para escapar.
                Se subió a la bandera y, tratando de remediar lo que pasó, leyó el final, donde decía: DEL CORONEL RUBÉN OPS.
                Inmediatamente la bandera se cayó al piso, y arriba del chico, aplastándolo por completo.
                Y murió, sin saber que el que escribió el cuento tenía un nombre maldito, y eso fue lo que lo hizo morir. Tampoco supo que, el que escribió este cuento, fui yo, el Coronel Rubén Ops, y ustedes lo están leyendo, por lo cual, ya están malditos de por vida.

            Ángel


2do “A”      “Morirás en siete días”
                Un día una niña de nueve años fue a la casa de los abuelos, pero ella no los encontraba. Entonces, salió al patio trasero y vio que una niña sin ojos y con la boca llena de sangre estaba estrangulando y apuñalando a sus abuelos. Aterrorizada, se escondió bajo su cama. Pero la niña sin ojos fue en su busca, entonces salió a un pasillo, pero la niña sin ojos la empujó y cayó por las escaleras. Ella fue y le mordió el brazo y le dijo: “Morirás en siete días”… Se hizo humo y nunca más se volvió a ver. La niña de nueve años estaba sangrando. Pasaron los días, pasó el primero, el segundo, el tercero, el cuarto, el quinto, el sexto… y la niña asustada esperaba el último día: ¡el séptimo día!
La niña fue al médico y le dijo al doctor que una niña sin ojos la había mordido y ese día la iba a matar. El médico la curó, pero no le hizo caso; al recuperarse de los nervios el doctor le aconsejó que es día se quedara en reposo. La niña le contestó: “Pero doctor, hoy me viene a matar…”
                Al mediodía de ese mismo día, la niña escuchó pasos, gritos, risas, sombras, y se dio cuenta de que le caía sangre de su ojo derecho. Asustada, llamó a un doctor, pero no había nadie. Cuando volvió para acostarse, detrás del ropero se escuchaban risas y frases que decían: “Te mataré, te mataré…”
                La niña giró su cabeza. Vio entonces a la niña sin ojos con una navaja. Ella quiso correr, escapar, pero  no pudo; la niña sin ojos la mató.
                Al día siguiente, cuando el doctor fue a verla, había un charco de sangre y una nota que decía: “Usted no le hizo caso y murió, y ahora es su turno”. El doctor asustado fue a su oficina y se encontró con la niña… Llegó el peor momento… lo mató.
                No se supo más de ella hasta que hoy vino a mi casa para darme una nota para vos que decía: “Abrí bien los ojos, cerrá bien tu armario y cuando vayas a dormir mirá a todas partes porque estaré esperando la hora de tu muerte, las doce del mediodía, ¡juajuajua!”.
                                                      Ezequiel

“La bruja y los niños”
                Había una vez, en un cierto lugar donde la bruja vivía, una casa de caramelos. Cuando dos niños estuvieron paseando por el bosque atravesaron por la casa de la bruja y vieron que había muchos, pero muchos caramelos. Se asomaron a la casa y comenzaron a comerlos. La bruja gritó: “¿Qué pasa? ¿Por qué se comen mi casa?” y los niños se asustaron. La bruja los agarró y los metió en la casa, y al niño le dio mucho que hacer para que le cocine, y a la niña, de sirvienta. Cuando la bruja ya estaba calentando el horno, le fue a dar de comer al niño para que esté gordo y su hermanita la empujó. Los dos hermanos, libres, se fueron a su casa con sus padres, los abrazaron y vivieron felices.


3ero “A” “El nene asesino”
                Esto es lo que pasó en mi colegio…
                Se trata de un nene de 8 años de edad al que le hacían bullyng, porque los compañeros si insultaban porque  tenía sobrepeso. Entonces el nene decidió matarse. Fue a la cafetería del colegio y tomó “veneno de ratas”; fue lo primero que encontró.
                Al sentirse mal, salió de la cafetería y entró a un aula donde había varios muñecos de peluche; agarró un oso, lo abrazó como para calmar el malestar y en ese momento, se murió.
                Cuando la profe Ana fue al aula vio al nene muerto; inmediatamente gritó, hizo salir a todos los profesores y alumnos e inmediatamente el director llamó a emergencias. Pero nadie sabía lo sucedido con el oso…
                La profe Ana, al querer mucho al nene, supo que debía llevarse al oso con ella, sin tener idea de que el alma del nene se había encarnado en la del oso… La profe Ana tenía al oso en el escritorio y dijo que el que se portaba bien se iba a llevar todo un día al oso para su casa.
                Al terminar el colegio, Kevin, que era uno de los compañeros del nene que había muerto, se lo llevó para su casa. Kevin estaba jugando con el oso en el patio de su casa, y así pasó la tarde.
                Cuando ya era hora de dormir, Kevin se fue a dormir con el oso. Al rato se dio cuenta de que el oso ya no estaba junto a él; se levantó y fue a buscarlo por toda la casa; cuando lo encontró, lo agarró y de repente el oso giró la cabeza y le dijo que iba a morir.
                Kevin lo soltó y gritó: “¡Mamá! ¡Mamá! El oso me quiere matar…” El oso saltó a la cabeza de Kevin y lo hizo caer por las escaleras y murió, y la mamá gritó.
                Al día siguiente, la mamá de Kevin fue al colegio y habló con la profe Ana. Le dijo que su hijo Kevin había muerto, que se había caído por las escaleras. Le trajo el oso que le había prestado y se fue llorando del colegio.
                La profe Ana se puso a llorar y, de repente, empezó a mirar al oso y vio una mancha de sangre, pero no le dio importancia.
                A la semana siguiente se lo volvió a dar a otro alumno, Alan, quien se había portado bien. Alan se lo llevó y también murió; sucesivamente fueron muriendo todos los compañeros que habían muerto.
                                      Cristian 

“Sombras”
                Estaba muy asustado, entré súper rápido a la escuela, llegué tan temprano que ninguno de mis compañeros había llegado. Yo me siento, pero ellos seguían ahí, sentados atrás mío. Quise pensar que estaba alucinando o que quizás no había dormido bien, pero no, yo estaba perfecto, eran ellos que me seguían todo el tiempo, me aterrorizaban sus miradas penetrantes, como si quisieran saber algo de mí, pero no lograba saber qué era.
                Pasó una semana y todavía estaban ahí, sentados, esperándome en el aula. Eran sombras negras, totalmente negras.
                Ya no duermo, tengo miedo de ir a la escuela, pero no puedo faltar.
                Fui el lunes, me senté en el baño, aparecieron esas sombras de la nada y me desmayé.
                                               Sol 

“Misterio no resuelto”
                En la época de mi padre, su escuela estaba como encantada. Pasaban cosas raras en el baño de chicas, pero nunca resolvieron el misterio. Ahora que estamos en el 2013 iré yo a investigar esa escuela y veré si siguen pasando cosas extrañas.
                El 17 de julio fue el primer día que empezó mi investigación. Entré en la escuela, pero se veía todo normal, no sucedía nada, sonó el timbre del recreo y empecé a escuchar ruidos extraños. Seguí los ruidos y me guiaron las baño de chicas, cuando estaba pro entrar había dos alumnas, así que supuse que pudieron haber sido ellas.
                Las chicas, al verme, se asustaron y me empezaron a pegar. Gritaron llamando al director, que llegó diciendo “¿Qué sucede?”. Él quería una explicación, así que le conté lo que pasaba hace años y de algunos casos raros.
                El director, al escuchar lo que decía,  se reía de mí y no me creía nada. Así que le quise demostrar lo que yo pensaba y sospechaba. Lo llevé al baño justo cuando no había nadie y tocaba el timbre, pero lamentablemente no sucedió nada; el director me dijo que si yo volvía a esta escuela llamaría a la policía.
                Yo, por no meterme en problemas y al tener miedo, me retiré. Pero quería saber lo que pasaba, así que cuando salí, le grité en la puerta de su colegio: “¡En esta escuela suceden cosas extrañas y sabrá que los alumnos piensan igual que yo!”.
                El director se quedó pensando en lo que dije. Pasó salones por salones preguntando si a ellos le pasaban cosas o habían experimentado esas cosas raras. Los chicos le dijeron que sí pasaban esas cosas. El director se dio cuenta de que era verdad, así que me llamó, entonces seguí con mi investigación. Al día siguiente, un chico desapareció; al otro día, desapareció otro más.
                Lo horrible es que no pude descifrar el misterio. Yo había perdido las esperanzas, así que no me quise meter en tantos líos y problemas.
                                   Víctor 

“Amor del colegio”
                Y lo vi por primera vez en este año, no diría que es la primera vez que lo veo pasar, ni que lo acabo de conocer. Pero sí que lo miro de esta forma… Él estaba caminando de una manera muy particular; incluso me daba risa verlo tan despistado, sin notar la existencia de nadie, sólo él… caminando por el  pasillo del colegio.
                Yo estaba sentada en el patio con mis amigas, él jamás me notaría, era invisible a su mirada. Quizás me conocía de vista, pero jamás se detuvo a mirarme como yo lo miro a él.
                Noté que Milagros me descubrió observándolo, con lo que me dijo: “Anda, cariño, jamás será tuyo”. Sonreí: “Tranquila, Melu, nunca me fijaría en él”. Dije eso con el alma dada vuelta al darme cuenta  de que él jamás estaría con alguien como yo.
                Luana, animando la conversación, dijo:
-¿Por qué no? Yo creo que sí, no creo que sea un chico creído, ni una persona delicada, hablale… no perdés nada con eso.
                Milagros miraba con cara fea, pero yo, sin embargo, me animé… Me paré con valor y decidí acercarme a él; no lo pensé dos veces, no quería arrepentirme. Los nervios aceleraban mi corazón y por dentro me repetía: “¿Qué estoy haciendo?  Quedaría ridícula al acercarme y hablarle. Oh, no, no puedo hacerlo, tengo que volver con Milagros y Luana”. Pero al darme cuenta, él ya estaba enfrente mío.
                Me miró con cara rara, haciendo una mueca hermosa, y yo helada de nervios: “Ay, no, ¿qué estoy haciendo?”, pensaba… No me salían las palabras, fue sólo quedarme callada y mirarlo a los ojos.
-¿Hola? (ese “hola” de “¿te conozco” que salió de esa voz fue increíble).
- Hola, per… perdón, es que te vi solo y pensé que… podía sentarme a tu lado … y hacerte compañía. Yo pensaba: “¿Para hacerte compañía? ¿Sentarme a tu lado? ¿Dios! Soy una completa estúpida, se estará riendo por dentro y yo humillándome”. Con una sonrisa muy simpática responde:
- Claro, gracias. No siempre sucede que una chica se siente a mi lado con esa propuesta.
- Oh, quizás por ser tan lindo, cualquiera pensará no tener chances con vos. (“¿Quéeee? ¿Yo dije eso? Rayos, ¡Tragame tierra! Le habré subido el ego hasta el cielo…)
                Sonríe pícaramente.
-¿Chance? Pero si ya tengo el corazón guardado. Me miraba fijamente.
¿Qué quiso decir con eso? ¿Lo dejaron? O quizás… ¿estará esperando a alguien? ¿Me dio alguna iniciativa?
                El timbre tocó y todos entraban a sus respectivos salones.
-Creo que debo volver a mi curso- dije desganada. No quería irme, quería hablarle todo el día si era posible.
- Lamentablemente, yo igual… Me gustó hablarte, ¿nos vemos después?- dijo sonriendo. Mi corazón palpitaba a cien, mis cachetes ruborizados mucho no me ayudaban. Pero él… Él parecía una persona buena, simpática, sencilla. Perfecto, en simples palabras.
- Claro que sí, hasta más tarde- contesté rápido y fui junto a mis amigas.
-¿Y? -Dijo Luana, que parecía más emocionada que yo.
- Sólo hablaos… poco… casi nada.
-¿Te esperará a la salida?
- No, creo que no… Mejor así, casi me muero de vergüenza.
                Milagros estaba rara, nos empezó a apurar para que copiemos rápido y así poder retirarnos del cole. Yo no le di importancia a su rara forma de ser. Estaba muy feliz.
                Terminamos y nos retiramos… era un día muy loco y fuera de lo normal. Pero, ¿es que siempre debe suceder algo malo que hace que uno toque tierra, que uno crea en los cuentos de hadas? Y fue eso… Fue tomar el camino más largo a mi casa, fue querer dar saltos de felicidad y fue ver a mi amiga con el chico que me gustaba, con el que creí que sería mío, fue verlos a los besos y darme cuenta de que fui una idiota al no escucharla, al saber que nunca estaría a mi alcance, que nunca sería mío… Que su corazón sí lo tenía bien guardado.
                Las vueltas de la vida, no quise hacer ningún tipo de escándalo. Pero al darme vuelta, ellos notaron que yo estuve ahí. Me cambié de colegio, quizás no fue la mejor opción, pero era lo más aceptable que pude hacer, no supe nada más de él ni de ella, que creí que era una amiga.
                Dos años después, decidí darme una vuelta por ese colegio, me senté en el frente a recordar, volví a mi casa… Las cosas nunca volvieron a ser igual.
                         Sofía 

“Dolor, amor y esperanza”
                Hola, me llamo Elizabeth, quisiera contarles esta historia llena de dolor, amor y esperanzas.
                Me sucedió hace un largo tiempo, en mi adolescencia. Fue algo inesperado, no sé cómo empezar. Yo estaba en la secundaria, tenía 15 años, vivía con mis padres. Recién nos habíamos mudado y empecé a cursar tarde, así que por lo tanto yo era “la nueva”, la que todos observaban y a la que nadie se acercaba. Yo era de otra ciudad, así que algunas cosas se me hacían difíciles.
                Ya me estaba haciendo amiga de dos chicas, mis compañeras Rocío y Candela. Por suerte, como ya había dejado de ser la nueva, era un grupo común. Candela era la líder, yo era la lista y algo tímida, Rocío la linda pero falsa.
                Habían pasado semanas. Estábamos en clases y hablábamos sobre los países, estábamos estudiando y de repente escuchamos un grito de una profesora y de chicos. Todos nos miramos y la profe salió diciendo que iba a ver qué pasaba y volvía: “No hagan ruido, sigan estudiando”. Esperamos a la profe, pero se tardaba. Llegó luego gritando por los pasillos: “¡No salgan de las aulas, llamen a la policía, ayuda!”.
                Me acuerdo perfectamente de ese grito. Nos asomamos a la ventana que daba a la calle y no lo pudimos creer… personas muertas había. Era algo horrible y extraño por completo; la mayoría de loso chicos miraban películas o revistas de zombies y el mito o la leyenda se había vuelto realidad. Nos agarró pánico, miedo, terror, todo a la vez. No lo podíamos creer.
                Empezamos a llamar a la policía, a las familias, pero nadie atendía. Cerraron los teléfonos, pensamos, la policía no contestaba. Todos gritaban por la calle, cerraron las puertas de la secundaria. Nos decían los profesores y el director que mantuviéramos la calma, llorábamos porque los muertos mataban personas… era el “típico virus”, estábamos aterrorizados. Golpeaban las puertas de salida la gente que pedía ayuda, y lo peor era que no sabíamos nada sobre nuestra familia.
                Los chicos querían salir, largarse, irse a buscar a su familia. Así pasaba en todos los sitios: pasaban las horas y la angustia no la soportábamos más. Eran las 8 30 hs pm. La mayoría quería dormir, pero a causa del miedo casi nadie podía. Escuchamos un ruido por el pasillo;  el director y casi todos los profesores se fueron a ver qué era, si un chico o un muerto vivo. Lamentablemente… sí, no era un chico. Mordió a una profesora que se tropezó cuando empezaron a correr, la dejaron atrás y cerraron el pasillo con una gran reja.
                Un chico abrió la puerta de salida y corrió junto a casi todos. No sé en qué pensaban, yo sólo quería esconderme. Sobre un grupo de personas estaba Rocío; a Candela la habíamos perdido de vista. Enseguida un chico cerró la puerta y la trabó con un palo de escoba. No dejó entrar a nadie más. No sé cómo, pero por lo visto me había dormido. Al día siguiente, el chico que cerró la puerta me despertó y me gritó: “Despierta, nos vamos de acá”. Habían entrado los muertos vivos, algunos se salvaron, entre ellos yo, el que me despertó, dos chicas más y otro varón. Corrimos a todo lo que daba, enseguida paramos y mirábamos para atrás y nos dimos cuenta de que ya no estaban. El chico agarró un fierro tirado y caminábamos todos atrás de él. Escuchábamos ese sonido, significaba que se acercaban.
                Entramos a una casa abierta, prendimos la tele y los canales sólo decían que no salgamos de nuestras casas, que no era seguro. Decían que era un virus que venía de Irak, sólo eso, y no había más respuestas. Buscamos comida, cosas para defendernos… no sabíamos por cuánto tiempo esto duraría. Nos empezamos a conocer. El chico que me despertó se llamaba Lucas, el otro, Facundo; a las chicas no les pregunté. Yo estaba parada en la cocina pensando en qué pasaría con mis padres, mis amigos, mi vida.
                Llega Lucas y me dice: “¿Cómo estás?” Le pregunto cómo está él y le digo que yo estoy aterrorizada. Él me contestó que no tenía familia, que vivía solo, que no estaba tan preocupado por la gente cercana y se rió. Creo que me quería hacer sentir mejor y lo había logrado; nos quedamos charlando un rato mientras que los otros estaban discutiendo, vinieron y dijeron que regresemos porque esta casa era chica, no tenía comida y no era seguro.
                Estuvimos de acuerdo, agarramos cuchillos de la cocina, palos, fierros, cualquier cosa que nos sirviera para defendernos. Dijimos: “Mañana regresamos, se está poniendo demasiado oscuro”. Las chicas dormimos en el sillón y los chicos en unos colchones, tirados en el living.
                Al amanecer, me desperté. Primero quería ir al baño y fui, cuando salí escuché muchos golpes y me agarró pánico. Desperté a Lucas y a los demás. Agarramos las cosas como para defendernos, y a la cuenta de tres, salimos. Uno, dos y tres, adelante nuestro había un muerto vivo. Facundo corrió a la puerta y Lucas le dio tal golpe en la cabeza que el muerto cayó, y lo siguió golpeando hasta que ya no se movía. Sin darnos cuenta, otro se apareció detrás de mí y me agarró de la pierna para morderme, pero velozmente Facundo acabó con él. Lo miré a Facundo como diciendo: “Waaaaawwww”. Corrimos hacia la secundaria y antes de llegar vi a nuestro director convertido en ellos. Cuando entramos, lo único que recuerdo es que los chicos se encargaron de sacar a los muertos y a los mordedores. Acomodamos todo, tapamos y clavamos puertas y ventanas. La cafetería tenía muchísima comida. Pasaron tres meses y ya sabíamos cómo defendernos. Había días donde buscábamos provisiones.
                Un día íbamos a buscar personas. La secundaria no era tan grande, pero más gente sería aceptada. Antes de salir a buscar gente viva, recordé ese día donde Facundo me salvó de ser mordida. Le dije: “Facundo, sólo te quería decir gracias”.
-¿Por qué?
-Por los primeros días que me ayudaste.
-Ah, cierto,
- Es que, perdón por no agradecerte, con el miedo y el susto me olvidé de todo.
- No importa, tenía que hacerlo, ¿no?
- Jaja, bueno, gracias.
                En ese momento creo que Lucas se estaba poniendo celoso porque mientras nos esperaba, nosotros seguíamos hablando juntos. Cuando salimos a buscar personas, familias, amigos o lo que sea… vimos a mis padres convertidos.
                Perder un ser querido es triste. Perder dos es insoportable. Estaba acostumbrada a perder gente, siempre estábamos rodeados de muertos y creo que eso me ayudó.
                Otro día, estaba buscando con las chicas comida y conseguimos latas de carne y de sopas. Una de ellas me dijo que gustaba de Lucas. No es que me haya puesto celosa, pero me parecía algo simpático. Al llegar a la secundaria, Lucas me dijo que lo ayudara a cerrar unas ventanas. Le dije que sí, porque quería hablar con él. Se me ocurrió decirle sobre la chica, le conté y me dijo que a él no le gustaba. Me sentí aliviada, pero mal por ella.
                Una noche lo salvé yo a él. Creímos que lo habían mordido, pero yo confié en él y me quedé a su lado hasta el amanecer para ver si se convertía. Le confesé que si a él le llegaba a pasar algo, ya no podría soportarlo más. Porque perder tanta gente no era tan fácil como pensaba.  
                Él me dijo lo mismo sobre mí, no sé cómo, pero nos enamoramos.
                Estuvimos juntos mucho tiempo, hasta que a Lucas lo mordieron, nunca lo voy a olvidar.
                Nos mantuvimos en la secundaria dos semanas más y pasó lo inesperado: nos vinieron a rescatar. La mayoría de la población murió, muy pocos vivieron.
       Milagros


4to año: “Una historia del colegio”
                Un día había una fiesta en el colegio y a una persona no le gustó, se molestó y lanzó un hechizo para toda la escuela. Nadie podía entrar ni salir nadie; mucha gente intentó ayudar, los policías, la gendarmería, los bomberos y todo tipo de personas. Los chicos del colegio quedaron encerrados ahí y no se podía hacer nada.
                Cuando no pudieron soportar más la situación, fueron a buscar a la persona que había lanzado el tremendo hechizo. La encontraron por fin y le explicaron lo que sucedía. Ella entró en el lugar, sacó una caja  y la hechicera apareció. La chica se asustó y salió corriendo con la caja  en la mano; la hechicera la persiguió. Se puso al frente de la puerta y no dejaba salir a nadie; los alumnos intentaron ayudar, pero la hechicera congeló a la chica y tiró la caja, diciendo que era falsa. Luego exigió que trajeran ante ella la caja verdadera, y cuando la tuvo en sus manos, la abrió y salió de ella un polvo blanco. Finalmente, se fue el hechizo y la bruja se fue gritando; todos salieron del colegio después de diez meses de encierro, agradecidos a la chica que los salvó.
                
                           
“Te cuento algo que pasó en mi escuela”
                El día 2 de marzo (faltaban tres días para que empiecen las clases), estaba en mi casa sentada y pensando cómo podía hacer para anotarme en la escuela, ya que mi mamá  en las vacaciones tuvo un accidente   y quedó afectada su cabeza porque recibió muchos golpes, y no se podía mover.
                El día 3 tuve un sueño. Estaba en el colegio y todos me discriminaban, no tenía amigos, los profesores hablaban mal de mí, fue feísimo; todos se burlaban porque yo no tenía familia, solamente tenía a mi madre… Fue un sueño, pero desde esa noche no quise preocuparme más por alguien que me anotara en la escuela.
                El día 4, me levanté pensando en explicarle al director que no tenía familia y que mi única pariente era mi mamá, pero que ella ya estaba muy mal y no podía tomar ninguna decisión a causa de los golpes que la habían afectado. El 4 era el último día para pensar en qué podría hacer. Me levanté con todas las energías y me fui a comprar cosas de la escuela con la poca plata que me había dado mi madre. Fui al kiosco de la esquina de mi casa y no me alcanzaba ni para lo justo, seguí caminando y caminando y encontré una librería llamada “El colegio”. Entré y empecé a pedir las cosas, el hombre que me atendió estaba un poco raro y pensativo, entonces me dice: “Papito, ¿qué problema tenés?”. Yo lo miré,  noté que lo que me preguntaba era para ayudarme y no para burlarse, entonces le conté mi problema: tenía poca plata porque había gastado todo lo que tenía en los remedios para que mi mamá se recupere  y esté bien.  Él me dijo: “Niño, no te hagas problema, yo voy a ayudarte en todo lo que necesites”. Me regaló útiles y me anotó en el colegio sin que mi madre tenga que ir.
                El primer día  de clases entré al salón. Me miraban todos, me sentía raro, pero igual seguí adelante. Estaban todos en grupo y yo estaba solo, tocó el timbre y yo esperé que salgan todos del salón. Así fue como quedé con una chica.
                Al tocar el timbre para entrar en el aula noté que todos me miraban. Me sentía extraño, vino la preceptora y retó a la chica llamada Julieta por haberse quedado en el aula.
                Cuando era recreo, no sé qué pasó dentro mío que tuve que saltar y defenderla; fue así que la preceptora me retó por primera vez, pero yo me fui contento a mi casa por haberla protegido. Al día siguiente fui al colegio más arregladito, todo  preparado para que ella me prestara atención. Ella esta vez se sentó conmigo conmigo, pero no me hablaba ni para decirme que estaba ocupando toda la mesa (hecho que obviamente yo había llevado a cabo a propósito). Cuando tocó el timbre se fueron todos menos yo, pero la chica tampoco me dirigió la palabra.
                Pasó una semana de clases y vinieron unas personas que eran psicólogos. Nos preguntaban qué pasaba en nuestras casas y si estaba todo bien. Iban llamando uno por uno; cuando justo me tocaba a mí sonó el timbre. Se me caían las lágrimas al pensar que tenía que contarle de mi mamá. La chica me miró y me dijo: “¿Por qué lloras?”. Yo rápidamente me sequé las lágrimas y le dije que por nada; ella me pidió que le cuente, que guardaría mi secreto. No podía decirle que no, entonces le conté mi historia. A ella se le cayeron las lágrimas y me dijo que tenía la enfermedad que padecía mi madre, pero que afortunadamente su mamá era enfermera y la estaba curando.  Yo reí, tal vez de los nervios o tal vez por pensar que la madre me podía ayudar.
                Tocó el timbre y vino alguien a decirme que tenía que ir al gabinete. Mi nueva amiga me miró y me dijo: “No cuentes tu problema, yo te voy a ayudar, porque más adelante vienen enfermeros”. Yo no entendía nada de lo que me dijo, entonces ni bien entré en el gabinete me quedé en blanco. La psicóloga me preguntó si tenía algún problema y yo le contesté inmediatamente que no y me fui rápidamente a mi lugar. Julieta me dijo: “La semana que viene vemos por qué te hablo”.
                La semana siguiente vinieron doctores a visitarnos y yo, justo ese día, había faltado. Mi compañera Julieta a los dos días de esa visita me llamó en el recreo. Se acercó a mi oído y me dijo: “No quiero que te pongas ni bien ni mal, te quiero decir que lo hice por vos, porque me gustás”. Yo no entendía nada. Me pidió que me siente y me empezó a decir que ella tenía plata para comprar los remedios para su madre, por lo tanto, les había dicho a los doctores que la revisaran y cuando tuvo todos los remedios que le habían pedido me los regaló a mí.
Entonces yo me puse a llorar, la abracé y me escapé de ahí. Fui corriendo a mi casa para darle los remedios a mi mamá. Al pasar un tiempo largo ella se curó y pudo seguir adelante, y ahora está bien. Volví a la escuela muy contento; cuando llegué al aula me dijeron que estaba suspendido del colegio por haberme escapado. Le conté al director la felicidad que tenía por haber logrado que mi mamá recuperara su salud, pero él me respondió que era un problema familiar. Me puse mal, me fui a mi casa llorando y de repente me encontré con el señor que me había regalado los útiles y me abrazó y me dijo: “Joven, yo pedí el cargo de director porque lo ayudé con todo. Me enamoré de tu mamá, nunca te lo dije porque me parecía que lo ibas a tomar a mal”. Yo le contesté llorando y le dije que gracias, que nunca había tenido una familia, que para mí ahora era mi padre. Y así terminé yo con mi mamá y mi papá (el director): ¡Felicidad pura!
                        Naiara
5to
“La cruel dictadura”

                Hace mucho tiempo, en la época de los militares, había dos familias muy unidas. Los adultos eran amigos de la infancia y querían que sus hijos hicieran lo mismo. El tiempo iba pasando y cada día los militares hacían cosas peores de las que se veían; tenían miedo de que algo les pasara y casi ni se veían.
                Un día, decidieron salir a pasar juntos la tarde, ya que hacía rato que las dos familias no se reunían. Los chicos corrían, jugaban, se divertían y reían. De pronto dos militares se llevaron a uno de los hijos de una familia, y a los padres de los otros chicos.  Quedaron dos chicos con dos adultos que no eran sus padres.  Desesperados gritaban que no se los lleven arruinando ese día maravilloso que venían pasando.
                Al saber que quizás no se volverían a ver, la familia se hizo cargo de las criaturas. Se ponían a pensar y a hablar de por qué se los llevaban si sólo estaban paseando. Uno de los chicos le dice:
_ ¿Por qué hacen eso? ¿Cómo tienen corazón para destrozar así las familias?
                El hombre le contesta:
_ Hay muchas cosas que son difíciles de explicar. Ellos hacen lo que quieren porque no tienen corazón como vos. Esos sentimientos que tienen sólo son de maldad, quédense tranquilos que vamos a hacer lo posible para recuperar a sus padres y a nuestro hijo.
                Va pasando el tiempo y nada sucede, todo sigue igual, cada día las esperanzas de que se reencuentren cada uno con su familia fueron menos y menos. Por la noche se escuchan llantos, rezos para que todo vuelva a la normalidad. Pero no, nunca se supo nada de ninguno, todo quedó como estaba. La familia se hizo cargo de los chicos y siempre tuvieron una mínima esperanza de que aparecieran. Hoy uno de esos chicos es mi profesor, y la historia que acabo de contar es la suya, porque hoy nos contó este relato, en nuestra escuela.
                          Karen 

“Sin título”
                Hace días atrás, en la casa donde yo vivo, pasaron muchas cosas. Para colmo, llego del colegio, encuentro todos los cuadernos tirados en el piso. En un momento llegué a pensar que lo hacía mi hermano, que vivía conmigo, a veces nos llegábamos a pelear y a enojarnos, y en la noche ni qué decir de las puertas que se cierran solas sin que nadie las toque, y de esas noches en las que el aire se volvía algo como un escalofrío.
                Todas las noches tengo  pesadillas que me ahogaban y no me dejaban respirar ni moverme. Me tira la cama al piso, siempre tengo que levantarme de ahí cada mañana y veo mi colcha y mi sábana en el piso… Trato de olvidar lo que ocurre en mi casa, eso sólo me pasa a mí, a mi hermano no, y cuando le cuento no me cree porque no le pasa nada de lo que me sucede noche a noche.
                Siempre duermo con miedo y, a veces, espero que esos fantasmas aparezcan para poder hablar con ellos, para averiguar por qué me molestaban todas las noches. No lo entendía. Una noche, cuando estaba dispuesta para acostarme, al instante sentí un toqueteo de manos en mis pies. Yo estaba despierta, pero no podía moverme, ni aclarar que me quedé paralizada; sentí un escalofrío, un aire frío que corría por mi cuerpo, y me di cuenta de que eso era lo que me paralizaba.
                Un día comencé a investigar preguntando por qué ocurrían esas cosas que me tenían loca. Fui al departamento del portero, toqué timbre y salió un hombre viejo, de barbas blancas. Era un hombre que nunca había visto en mi vida y le conté todo lo que me pasaba. Él sólo se asombró y me comenzó a contar que en ese departamento, hace veinte años atrás, un joven negro africano llamado Eucario había matado a su novia allí y que se dedicaba a hacer macumba.
                Al escuchar lo que me contó el portero me llevé un susto y le dije que yo sabía que tenía algo malo ese chico, le conté que él era mi compañero de curso, porque siempre cuando me hablaba, su tono de voz cambiaba y sus ojos se daban vueltas, se ponían en blanco y me daba mucho miedo. Parecía estar poseído por el demonio y yo siempre trataba de alejarme de él, pero me perseguía.
                Un día en el colegio escuché algunos rumores de mis compañeros donde decían que el africano gustaba de mí, y eso me molestó mucho. Cuando estaba en clase él me miraba constantemente, no sé si tenía alguna pretensión conmigo, la mirada era como para darme mucho más miedo que el que ya le tenía.
                El portero me contó que ese joven negro africano se había muerto en un accidente automovilístico después de una semana de la muerte de su novia. Hasta me mostró un periódico donde se explicaba el accidente del joven. Al ver esto me impacté, yo le dije que estaba vivo, que era compañero mío en mi curso, que no era cierto lo de su accidente. Él me miró fijamente a los ojos con un rostro interrogativo y, asombrado, entró a su departamento. Yo no quería saber más del joven.
                Me puse a pensar y me di cuenta de que todo no era real, que sólo me comunicaba con unos fantasmas de años atrás. Intenté otra vez tocar el timbre del portero, pero salió la portera. Le pregunté por ese hombre que me había hablado y me dijo que allí no había vivido ningún hombre desde hacía veinte años atrás.  En ese instante veo a mi hermano entrando por la puerta del pasillo y me fui con él al departamento.
                Estando en mi biblioteca, tomé mi diario y me puse a escribir todo lo que me estaba sucediendo. Al día siguiente, sin dar explicaciones, yo decidí abandonar ese lugar. Estando ya en otro lugar, a pesar de que lo intenté, nunca pude olvidar lo que me sucedió en aquel departamento.
               Herlinda

“Arboledas de recuerdos”
                Desde que era pequeño siempre vi todo con claridad, aunque no puedo hacerlo. Esta claridad con la que veo es metafórica, siento que no existo, me hacen sentir que no existo, aquellos que pueden ver no se dan cuenta de lo hermoso del mundo. Viven pegados a cuatro muros que los separan de la realidad y no ven lo que es obvio; les gritamos a los oídos y ellos no escuchan, están sordos, y si son sordos, de seguro también que son mudos.
                Se ven más grandes y fuertes que la tierra misma, pero sólo son pequeños granos de arena. He vivido más que ellos, he visto cómo poco a poco hicieron desaparecer a mis hermanos. Antes y ahora fuimos la sombra que los protegía del sol a mediodía, de las lluvias que no cesaban y nos alimentaban, pero ahora sólo nos condenan a vivir por siempre y ver cómo todo desaparece cruelmente en el tiempo; somos sus esclavos, todos nosotros estamos condenados como yo a vivir por siempre, y ellos a destruir y ser destruidos por ellos y por el mundo mismo.
                Ahhh… vienen por mí. Soy el último por estos lugares, se cansaron de mí, de verme tan viejo y desmoronándome cada día, al menos sé que dejaré de ver su sufrimiento y podré liberarme de todos los años que viví en silencio. Me iré pronto y nadie me recordará. Me iré y me perderé en el recuerdo.
                “El tiempo es la mayor condena”
                                            Elvis